El coaching es confianza aplicada, el ingrediente vertebrador de la transformación.
En la era de la transformación Agile, las organizaciones saben que el cambio de cultura que supone abandonar métodos waterfall y abrirse a entornos colaborativos no puede imponerse: “las personas no se resisten al cambio sino a ser cambiadas” nos alerta Peter Senge. La jerarquía en el actual contexto de cambio acelerado es casi una garantía de malas decisiones: equivocadas, lentas e inmovilistas. La única vía reside por tanto en fomentar una cultura altamente participativa que haga suya e impulse la adaptación, eso solo es posible en entornos de confianza y seguridad psicológica. Se entiende entonces el rol protagonista de un coach y su misión de fomentar y mantener una cultura de la confianza que permita experimentar, aprender y seguir con renovada motivación para hacerlo.
A pesar de un Manifiesto que declara unas prioridades competenciales, las implantaciones agile a menudo sufren del mismo reduccionismo que condenan y se suelen centrar en una de sus prácticas: Scrum, Kanban… Este enfoque es contradictorio al considerar la parte coaching de un agile coach secundaria cuando es esencial. Es, desafortunadamente, común una autoproclamación agile coach con escasa o ninguna formación ni práctica como coach profesional. Una incoherencia que Lyssa Adkins, promotora de la profesionalización del rol de agile coach, advierte y anima a reformar proponiendo un perfil integral de coach, mentor y formador facilitador.
¿Cómo pensar la transformación con las personas en su centro?
No es un detalle que un profesional clave en esa evolución, el agile Coach, necesite asociarse a una práctica, el coaching, basada en un metaparadigma: las personas y los equipos son talentosos y tienen sus propias respuestas para liderar su transformación. Con el coaching se acelera la creación de un marco de cultura del cambio al servicio de las personas, se libera así el alto rendimiento generado por el estímulo del empoderamiento individual y sistémico.
La profesión de agile coach se articula alrededor del coaching para permitir el despliegue de toda la potencialidad de un profesional esencial para la transformación en las organizaciones.
El camino de aprendizaje que se construye con las certificaciones ofrecidas por Netmind, aporta un aliciente adicional al brindar la posibilidad de obtener los sellos de ICAgile en su learning Path de coaching. Una oportunidad de profundización del modelo que facilita la activación de los diferentes roles y permite adquirir soltura en un uso productivo de todos ellos. El acento se pone en las competencias en acción, en el uso claro y profesional del coaching, el mentoring y la facilitación dirigiéndose tanto a individuos como a equipos. Un agile coach desarrolla un perfil integral, alternando prácticas dependiendo del momento de aprendizaje. En todos los casos las competencias de coaching son los fundamentos en el que se asienta para la construcción de espacios en los cuales se privilegia el empoderamiento.
Con el cambio abordado desde una perspectiva estratégica fundada en el coaching, se facilita la creación de una visión compartida sinónimo de alineamiento. Para que la persona este realmente en el centro de la transformación agile, se privilegia la creatividad con acceso a novedosas prácticas y herramientas: sabemos que sostenibilidad y desarrollo son conjugables con una transformación que no sea instrumental sino realmente abordada con y no a pesar de las personas. Pero estimular la cooperación y la creatividad implica superar creencias, distanciarse de los modelos asumidos y abrirse a nuevos paradigmas. Un reto que no se supera con una herramienta sino con un entorno de confianza. Para que pueda darse, se necesitan espacios donde se preserven los principios de ética y confidencialidad que vertebran el coaching y así aprender de las situaciones, los impedimentos, los conflictos.
Ser coach no puede ser un camino impostado, supone abrirse a un aprendizaje transformador que necesita de una mente de aprendiz. El foco de un agile coach se centra en la creación de ecosistemas movidos por la empatía, esa comprensión del universo emocional del otro en palabras de H. Gardner, que actúa como la palanca de cambio. Respetar el mundo de otras personas y equipos pasa por admitir que no operamos a través de una realidad sino de mapas mentales y que colaborar equivale a nuestra capacidad de expandir perspectivas de comprensión. Esa presencia de coach sin juicio, sin detención de verdad es generadora de apertura, de curiosidad, de fluidez, de pensamiento crítico, disruptivo, integrador, optimista. El coaching es la vía para una cultura de seguridad psicológica imprescindible a la innovación, es un mensaje de coherencia.
El coaching aplicado a los equipos se nutre de las mismas competencias que vertebran el acompañamiento individual. En su libro fundacional Coaching Agile Teams, Adkins detalla las habilidades y mindsets de un agile coach:
1. “Leen la sala”, en cuanto entran saben que está pasando en ese equipo
2. Cuidan a las personas siempre primero, antes que a los productos
3. Cultivan la curiosidad, saben que no saben, que no leen mentes y preguntan
4. Saben que los planes no se cumplen y abandonan ideas en vez de empeñarse
5. Tienen sed de aprendizaje, saben que nunca se deja de crecer
6. Creen en la excelencia y la persiguen
7. Tienen baja tolerancia a las razones organizativas que alejan de la excelencia por inercia
8. Piensan que el desequilibrio es esencial y sirve para avanzar
9. Asumen equivocarse
Es decir, un agile coach, es coach individual y coach de equipos, un profesional informado y formado en el pensamiento sistémico y en disposición de ofrecer dinámicas y herramientas colectivas. Y sobre todo maneja un enfoque alejado del reduccionismo tradicional de categorías estáticas y linealidad y atiende a redes y dinámicas complejas. Una mirada que ve y entiende lo invisible en las relaciones. Se necesitan claves y prácticas de acompañamiento supervisado para atender a lo que técnicamente se llama emergencia, esa energía que se genera en el trabajo en equipo y que favorece el alto rendimiento.
Con un perfil competencial sólido, el coach puede favorecer que los equipos se sientan empoderados para empujar sus límites y se animen a ser protagonistas de un nuevo sistema organizativo que se relaciona de otra manera con la autoridad. Según la respetada teoría de Dan Pink, la motivación en nuestra era viene de la autonomía, el aprendizaje y el sentido del propósito. Un trabajo que justamente es la piedra angular de cualquier proceso de coaching o cultura que de su espíritu se impregne.
Si las organizaciones apuestan por el agile coach como evangelista de la cultura agile han de responsabilizarse de su desarrollo, sin la exigencia de una súbita adecuación al puesto sino con la paciencia y el acompañamiento necesario a un desarrollo que tiene la vocación de promover la transformación del mindset de las personas, nada menos. Conviene, por tanto, no confundir herramientas y talentos con un entrenamiento profundo que transforme el modelo mental propio antes de pretender que asi lo hagan otros.
En el informe State of Agile Coaching, a la pregunta acerca del valor de un agile coach, 98% contestaron que el coaching tiene un impacto medible en uno o mas factores de la organización.
¿Y cómo se miden los resultados del coaching?
29%
Métricas de performance (por ej., OKRs, KPIs)
16%
Evaluaciones de desempeño
15%
Feedback cualitativo
15%
Métricas agile específica (por ej., madurez agile)
8%
Métricas de satisfacción clientes (por ej., NPS)
3%
Métricas de Bienestar y Compromiso
2%
Estilo de Liderazgo
Cuando sabemos que 93% de todas las certificaciones corresponden a International Coaching Federation, ICAgile y Scrum Alliance y que además 3/4 de los entrevistados posee más de una certificación (33% 2 y el 25% 3), se entiende la tendencia de profesionalización de la práctica y la consciencia cada vez más clara de los beneficios de una formación diferencial en coaching.
Cualquier puerta de entrada a la profesión de coach y de agile coach es válida. Justamente esa diversidad de perfiles es una gran oportunidad para las organizaciones, para ampliar horizontes y flexibilizar su cultura. Apostar por su propia transformación con una formación en coaching es ya intervenir en el cambio y predicar con el ejemplo.